Compartir con niños y niñas constituye una alegría por la inocencia y sinceridad que los caracteriza. Pero cuando estos tienen necesidades educativas especiales y vemos cómo a pesar de sus dificultades asumen la vida y la escuela con ganas, nos hace pensar que el optimismo y la fe siempre debieran acompañarnos, porque el solo hecho de estar respirando y rodeados de personas que nos aman, ya es un privilegio.