Demetrio Presilla, el gigante moense de la Industria Cubana del Níquel

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Nuestro Héroe Nacional José Martí estimuló el reconocimiento al sacrificio y al esfuerzo con la frase: Honrar, honra. A los 91 años de edad, fallecía en Moa, el 3 de marzo del año 2006, Demetrio Presilla López, Héroe del Trabajo de la República de Cuba, legendario maestro de la Metalurgia, a quien siguieron muchos hombres en jornadas intensas después que el Ché indicó echar a andar la Empresa Comandante Pedro Sotto Alba. Ejemplo consagrado de sacrificio con una trayectoria digna de reconocimiento y cuyo propósito es la de este sencillo artículo: resaltar el crítico papel en la titánica misión que llevó sobre sus hombros y el equipo de hombres que trabajaron con él, para que permanezca endeble en la memoria de todos los moenses.
 

El Ingeniero Químico y Licenciado en Farmacia, padre de la Industria Cubana del Níquel, decía adiós a la vida, pasadas las tres de la madrugada en el Hospital Dr. Guillermo Luis Fernández Hernández Baquero de esta localidad, donde tanta vida y energía entregó, dejando tras de sí la sabiduría multiplicada en cientos de técnicos e ingenieros que aprendieron de su experiencia y humildad.

 

Casi todos creían muy difícil mover nuevamente las máquinas del complejo proceso industrial de lixiviación ácida luego de marcharse los funcionarios norteamericanos que operaban esa planta de níquel. Sin embargo, haciendo honor a la confianza del Ché, el ingeniero Presilla, lideró la proeza; y allí, en recordación, se erige desde julio de 2012 una obra escultórica del artista plástico moense William Uria Tello.

 

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Muchos años después, afirmó en una entrevista al periodista Luis Báez que “el Ché nunca le negó su apoyo, sabiendo que él no era socialista ni comunista, pero convencido de que era un hombre honesto”.

 

Contó también el líder principal del arranque de la industria en el libro "Los que se quedaron", de Báez, que “era una planta muy moderna, que los norteamericanos la habían terminado de construir a raíz del triunfo de la Revolución y la dejaron abandonada.”

 

De su primer encuentro con el Ché, a finales de 1960, con vista al arranque de la fábrica Pedro Sotto Alba, Presilla recordaba en esa oportunidad: “lo único que le pedí fue que trabajaran conmigo los hombres que habían intervenido en la construcción de la planta…Los norteamericanos se habían llevado los planos”.

 

Él nunca se preocupó por títulos, homenajes… ni siquiera por lucir bien ante los demás. No actuaba por lo material, ni se marchó a los Estados Unidos, donde había estudiado y le proponían prosperidad.

 

Conocedor y filósofo de todo; utilizaba mucho la palabra ignorante y se la decía a cualquiera, no importaba el rango, según cuenta el ingeniero Alberto Santiesteban Alonso, quien trabajara con él, y recuerda algunos de sus dichos: “Tengo mis ojos, más los de los trabajadores que me dicen las cosas”; “En tu casa nunca hagas nada, pues tendrás que hacerlo toda la vida”; “Roma ardiendo y Nerón tocando la mandurria”.

 

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Ciertamente, fue un rebelde contra todo lo que no entendiera, enemigo de la mediocridad y de lo mal hecho, y solía llamar a las cosas por su nombre; un hombre fiel, de vergüenza, ética sólida y amplia cultura general, que leía en inglés durante las noches y hasta en las madrugadas, que destilaba su propia bebida alcohólica para minimizar la ansiedad con el buqué de la caña, y que muchas veces dormía unas pocas horas tirado sobre el piso en la fábrica para aliviar sus dolores de columna, como recuerdan quienes lo conocieron en Moa.

 

Presilla, como le decían todos en Nicaro y Moa, vivió consagrado al trabajo en la tierra del níquel, su “obsesión” por los conocimientos científicos y su actitud, lo hicieron un hombre clave en la industria niquelífera, ayudando también a la puesta en marcha de la segunda fábrica, la Empresa Comandante Ernesto Ché Guevara, en el municipio más oriental de Holguín.

 

Con los años, Presilla dejó de caminar por las plantas de Moa, pero nunca olvidó que la tierra es la madre de todo, pues mientras tuvo fuerzas, no renunció a la cría de animales, ni a las labores del campo que disfrutaba en su Cabonico, municipio de Mayarí, con los profundos conocimientos que tenía como perito agrícola.

 

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Fue enterrado hace ya varios años en el lugar donde nació en febrero de 1915, y se vinculó -desde 1942- a la industria de Nicaro, para no abandonar jamás el sector de la minería, como tampoco abandonó su pueblo. Es verdad que los hombres mueren solo cuando son olvidados, pero no es el caso de Presilla.

 

 

 

Fuente: Archivo Histórico Municipal Moa